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Foto del escritorKatherin Garcés Montoya

Me cambié la cara y fui más feliz


17 meses post operatorio quizá es el momento justo para recomendarles a mi otorrino. Broma, sí lo recomiendo, pero no es de eso que quiero hablar.

Mas o menos desde los 12 años empecé a sentir que mi nariz no me gustaba, no sentía que fuera un tema que me acomplejara, pero sentía que podía ser mejor. Desde los 13 empecé a soñar con operarme la nariz.

Vengo de una familia de narices prominentes, por parte de mi mamá la genética ofreció una nariz con giba (para los que no están obsesionados con su nariz, giba es el morrito o el quiebre que se puede ver de perfil en la mitad de la nariz), por parte de mi papá fue la prominencia, 4 de 4 hermanos con nariz grande. Yo recibí lo mejor de dos mundos, una nariz grande y con giba. No la consideraba fea, ni me daba vergüenza, pero siempre soñaba con una nariz mas pequeña y con un perfil perfecto.

Por años fue mi sueño, en el fondo de mi mente la idea estaba presente 24/7, mi meta era ahorrar para operarme, pero barato no era, siempre tenía otros gastos mas importantes y no me alcanzaba para ahorrar. Sin embargo, ese deseo estaba ahí siempre.

En el 2021 la idea se materializó, por fin. Me ahorré un paso (ojalá económico, pero no) porque desde que soñaba con hacerlo sabía quien quería que fuera mi cirujano. Es más, con riesgo de sonar desconsiderada, me daba miedo no alcanzar a ahorrar a tiempo y que cuando por fin tuviera la plata, las manos que quería que me operaran ya hubieran pasado a mejor vida. Conocía varias personas que se habían operado con este otorrino y estaba segura de que el señor podía satisfacer al 100% mis expectativas.

Mi mamá siempre me apoyo con ese sueño, pero mi papá tenía ciertas consideraciones al respecto, siempre me decía que yo era linda, que no necesitaba cambiarme nada. Eso me ponía a pensar mucho, no desde la duda porque yo no podía estar mas segura de que eso era lo que quería, sino que me hacía cuestionar cuál era mi motivación para querer ese cambio.

No siento que sea un problema querer cambiar algo que no me gusta de mí, no creo que la autoestima implique amarme solo con lo que la genética me trajo al mundo, ni que necesariamente tenga que aceptar todo lo que mi cuerpo tiene solo porque así salió de la caja. Para mí la autoestima es respetarme, abrazarme como soy, y apreciar mi cuerpo desde su funcionalidad.

Cuando mi papá me cuestionó sobre la finalidad de operarme, sentí que operarme la nariz era muy parecido a entrenar (quizá no estés de acuerdo, pero la analogía me funciona, encuentra la tuya xoxo). Me gusta mi cuerpo como es, me gustan mi tren inferior, mis brazos, mi abdomen, lo acepto y agradezco como se ve y lo que puedo hacer con él. Eso no excluye que me alegre cuando me miro en el espejo y veo que tengo los hombros mas marcados, o cuando la ropa me horma mejor porque el entrenamiento ha hecho cambios en mí. Aceptaba mi nariz como era, no me avergonzaba de cómo se veía y agradecía que era funcional, pero me siento muuuucho mejor cuando me miro en el espejo y veo mi cara más simétrica con mi nariz alineada, me amo más cuando mi novio me toma candid fotos y se ve mi perfil perfectamente natural (guiño guiño).

Al final diría que el amor propio es también buscar la forma de uno sentirse mejor con uno mismo. Es un tema complejo porque en un extremo se vuelve peligroso. Sentirme bien conmigo misma podría reflejarse por ejemplo en un trastorno alimenticio buscando cumplir ciertas expectativas sobre mi peso o mi talla, la línea es muy delgada. No hay una fórmula para saber si lo que hago para amarme más cruza o no la línea de lo saludable y seguro, pero creo que el punto es evaluar cómo me siento, cómo me sentiría con ese cambio y tratar de pensar si podría haber consecuencias negativas como resultado de mi lucha por amarme más.

En cualquier caso, lo que me ha funcionado es poner como prioridad lo que mi cuerpo puede hacer, su funcionalidad y su desempeño, me preocupo por cómo luce, pero no me obsesiono con el tema. Ver el cuerpo solamente como un accesorio que tiene que verse bien es irreal y perjudicial. Al final pues supongo que queda la inquietud, ¿debería aceptar mi cuerpo en su totalidad? ¿es delito cambiar algo que no me gusta? ¿hasta qué punto está bien cambiar algo de mí? La respuesta es personal, única e intransferible, pero vale la pena cuestionarse antes de tomar decisiones.


Post reflexión y con el propósito de echar chisme, mi satisfacción con el resultado es 20/10, amo lo que veo en el espejo y siento que cada año soñando con eso valió la pena.

Como fun fact, que no es tan fun, después de casi 10 años esperando ese día por fin tenía cirugía programada, ya tenía los exámenes preoperatorios hechos y en pleno pico de pandemia, solo me faltaba prueba de COVID negativa para tener los dos pies en el quirófano. Lección sobre paciencia aprendida, me tocó manejar ansiedad porque fui positiva para COVID y solo había agenda para 3 meses después (agradecimiento especial a mi hermana por pegarme el virus) #resiliencia.

La experiencia fue muuuuuy tranquila, nada de dolor, solo incomodidad. A los 3 días estaba otra vez trabajando y a los 15 ya estaba poniendo en riesgo mi cirugía entrenando (con permiso del doctor por supuesto).

Mi otorrino fue el doctor Alvaro Correa en el insta aparezco modelando el antes y el después.

Un gusto contarles mi experiencia en el quirófano. Atentamente, tu chik plástica.

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